22/1/12

Siguiente parada: la casa de...

¡Guayaquileños de corazón!


Perdón, Estranyos. Lo prometido es deuda, aquí les traigo dos historias y una mía muy eróticas. Este... perdón, historias sobre la MetroWay. Soy ciudadana, guayaquileña de corazón pero no puedo soportar la Metro. Sin embargo les traigo a dos grandes estranys que nos cuentan una pequeña historia dentro de este lugar del averno:



Bendecíos señor la Metro también
Por: Gabby Carpio

Como de costumbre, al salir de clases, me dirigí hacia la estación de la Metrovía para llegar a mi hogar. Los articulados cuyo destino es Vía a Daule, aparentemente, a esa hora (14:15) transitan con pocos pasajeros. ¡Eso es muy bueno! Así que no tenía por qué preocuparme, de seguro, iría sentada, y no iba a morirme de calor entre la multitud como todos las mañanas lo hago.


Al llegar a la parada, pagué el pasaje, e inmediatamente llegó el bus. ¡Oh, no, estaba repleto! Andaba apurada, no podía dejarlo pasar, así que ingresé -grave error de mi parte-. 


“El Diablo nos vigila a cada instante, hermanos. Él es el causante de todos sus pecados.” Eso oí a la distancia; era una voz ronca y desagradable. Y me pregunté: ¿Qué demonios? ¿Dónde estoy? Una señora atrás de mí, comentó: “Uy, niña, ya no le tocan la puerta a uno. Ahora sí nos jodimos.” Y yo, con una leve sonrisa, le dije: “Es la primera vez que veo esto”, a lo que un señor de cabeza rapada me contestó: “Puuff, es la tercera ocasión que yo observo a este charlatán, lo peor es que llega hasta la estación principal.” Dejé de emitir comentarios a las personas que me rodeaban, y opté por acercarme al “hermano” para seguir escuchándolo, - ¡eso no se ve todos los días!- me dije.

Luego de haber perdido como tres minutos atravesando la marea humana (sí, el articulado estaba saturado) llegué y me situé justo en frente de él. 

“Cristo Jesús, el primogénito de Dios, murió por ustedes en la cruz, y así le pagan” decía el señor, con una vena muy brotada en su frente y con sus cachetes de color tomate. 

Él estaba con una biblia de color vino en la mano derecha, llevaba un rosario de tono marrón guindado en su cuello que se lo cogía con la izquierda a cada instante, más aún cuando decía “Diablo”, “pecadores” e “infierno”, y no paraba de mostrárselo a los pasajeros cuando mencionaba dichas palabras. Ah, cierto, usaba una corbata rosada con bolitas blancas. Su atuendo más ridículo no podía ser. 

¡Bah! Me resultaba aburrido todo lo que decía. Pensé que iba a ser más emocionante. Resultó ser lo mismo de siempre. Ese discurso ya lo había escuchado; ya me lo sabía de memoria. No tenía por qué estar parada ahí como tonta oyendo lo que ya conocía. Lo “grandioso” del tipo es que no paraba de hablar ni un momento -no sé cómo, pero lo hacía- seguía y seguía, a pesar de que la gente no le prestaba atención, o bueno, algunos sí lo escuchaban –como yo- pero no les importaba. Nunca lo vi beber agua, nunca paró de hablar. 

“Próxima parada: Gallegos Lara, con integración a los buses que lo llevan a la Rotonda, Martha de Roldós, Florida, Espíritu Santo.” ¡Al fin! ¡Aleluya! – Grité-.
Todos me miraron. Me sonrojé un poco, y pedí permiso para salir. Cuando se abrieron las puertas de la estación, y ya me tocaba pasar, escuché al “hermano” que dijo: “Arrepiéntanse, se los advierto, serán arrebatados en llamas y…”. Su voz fatigada fue interrumpido por: “Tenga cuidado, se cierran puertas”. 

Creo que ya había escuchado lo necesario: Jesús venía y nos iba a hacer rendir cuentas; el Diablo es malo; todos somos pecadores y lujuriosos, etcétera, por lo que decidí continuar con mi camino, aunque me puse a pensar qué sería de esas pobres víctimas cuyo pecado fue coger aquella metrovía. 


** Jajaja. : / No quiero parecer atea o algo similar, pero nunca más oiré a estos señores. No sé a qué religión pertenecen, o de qué secta son… Lo que sí sé es que, por un momento, fatigaron mis oídos. -.-

¡Zafa varón! ¡Cuélgate una chica fresita!
Por: Anita Andrade

¿Creían que el estero huele  mal?  Que puedo decir de un medio de transporte donde no solo llevan frutas (olor decente) sino también pescado en un lugar cerrado, sin ventanas sólo pudiendo respirar al son de “Se abren las puertas” y sentir mi rostro ponerse verde, amarillo, anaranjado y de todos los colores al escuchar “Se cierran las puertas”  hasta llegar al destino ¿Uds. creían que los borrachos y sucios eran lo peor que se podía subir? Me dirigía a la Universidad cuando este señor se sube para mi desgracia una estación más adelante de la que yo me subí con un contenedor que solo podía traer pescado. Es un loco, demente, desequilibrado, perturbado, enajenado, tocado, anormal, antisocial, perdido de todo valor pensé. No tengo idea de que pudo haber pasado por la mente de esta persona, no tengo idea de cómo lo dejaron subir y no tengo idea de cómo llegue viva ese día a mi destino ni como sigo viva porque al escribir estas palabras sigo oliendo aquel olor putrefacto, nauseabundo, intoxicante, y para nada placentero que me hizo y hace tener ganas de perder mi sentido del olfato.  Y aunque me encantaría terminar esta historia diciendo que este señor nos indemnizo a todos por el daño a nuestra digestión y termino en la cárcel con cadena perpetua la realidad es que seguramente sigue en sus andanzas. ¡Cuiden sus narices!


Ella metroviando anda
Por: Jessica Zambrano


Metroviando ando todo el tiempo y deseando que no suceda por segunda el manoseo de primera que le hizo un niño autista a mi trasero. Que nunca más en mi corta vida vuelva su madre diciendo que el niño no sabe lo que hace. Pido que no vuelva ni la sra. parada que reclamaba ¡Qué le peguen! ¡Qué sí sabe! ¡Qué le agrada! y en palabras menores, que la mente autista se llena de morbo. Pues el manoseo fue suave, la madre de un hijo autista nunca sabe, nadie le dijo qué más había que hacer además de tener paciencia y la sabiduría popular todo inventa. Yo sólo quiero que no pase ni de segunda ni de tercera.

Viene la mano del choro, me mete la mano a la cartera y me saca el celular
Por: Pakita Martínez

Bueno, pocas veces me han robado y me han visto la cara de idiota. Un tarde, recuerdo que iba en la Metro, estaba en primer ciclo, para mi clase de la tarde. Mi bolso favorito (rosado y de la Hello Kitty) no tiene cierre ni nada pero era bastante seguro. Uds saben que cuando uno está pensando en la inmortalidad del cangrejo ve para otro lado y tiene cara de idiota. Obvio, también era bastante novata en las peripecias metroviescas. Total es que al virarme para ir avanzando entre esa masa linfática de gente me doy cuenta que sale una mano cerca de mi bolso. Fue tan gracioso porque yo veía la mano como la de los Locos Adams: bailando, haciendo maromas para entrar en mi bolso y sacar mi celular o cualquier cosa que le sirva para vender.

La mano no le pertenecía absolutamente a nadie que estaba cerca de mí. Las ganas de comenzar a jugar: este dedito se fue a comprar, este dedito se fue a pasear y finalmente por terminar quebrándole la mano. Mega fail, no pude. Lo único que hice fue darle un puñetazo y la mano cual perro golpeado se fue.

¡Choros/hombres elásticos! Dejen de ser como el mazo y si me piensan robar invéntense algo mejor. Eso de la mano peluda, viene a la media noche, coge el cuchillo y le pone mantequilla al pan está más berreado que la porno de los Teletubbies. 


Well, las historias, experiencias, robos, y bla bla son diferentes. A cada uno nos pasa cada cosa en la Metrovía. Es más, la Metro podría ser bien la locación perfecta para los bloopers de cualquier programa. Lo que si no le puedo desmerecer al querido artefacto guayaco del averno es que se va #likeaboss: no tráfico, menos tiempo para llegar al lugar que quieres y si se empeña la fundación la puede hacer transoceánica y llegaríamos a China en 1 hora.


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