26/11/11

SÚBELE EL VOLUMEN A LA MÚSICA SATÁNICA // FINAL





¡Cuánto tiempo Estranyos!

Ahora, a ponernos al día. Como han de saber la Bodega de Estrany hizo una previa investigación acerca de los mensajes subliminales dentro de la música fuese rock, reggaeton, inclusive canciones infantiles de las cuales se seleccionaron algunos videos que encontrarán en posts previos.


La verdad es que ¡qué miedo escuchar a la Abeja Maya decir: mata, mata, que ya estoy cansado de tí! Sin embargo, como anteriormente les dije: todo es por sugestión, hijos míos. Somos seres visuales desde la antiguedad, casi que le aplicamos a la de Santo Tomás: ver para creer y es así es como La Bodega, Su Bodega, Nuestra Bodega, cogió a unos conejillos de indias aka patos para poder demostrar que todo es obra de leer mientras escuchamos. Y es que es así de simple, si los mensajes subliminales existieran en las canciones nosotros no hubiéramos crecido con programas infantiles como Dragon Ball Z y no escucháramos Lady Gaga más que al himno nacional. Damos pena al creer que el diablo se manifiesta en lo que escuchamos a diario.


Al haber atormentado su mente considerablemente, ustedes ahora deberán preguntarse ¿En verdad lo que estoy escuchando es correcto? Pues esa es la cuestión, así como el ser o no ser, nosotros estamos en el será o no será por lo que los invito a leer nuevamente el post Súbele el volumen a la música satánica II y escuchar con suma atención el audio del último video, aquel que se titula: Canciones infantiles variadas. Ante esto necesito que hagamos un pacto y prometan no leer lo que está escrito en el video, simplemente escuchen y déjense llevar (típica frase Osho) cuando ya lo hayan hecho, pregúntense: ¿Acaso notaron algún mensaje subliminal?

Al querer comprobar esto invitamos al cast de @hidranteverde conformado por Guido Bajaña y Jessica Zambrano, además cómo otro invitado al foro, Mauro Ramos, estudiante de la carrera de comunicación social. En el foro hicimos esta pequeña prueba que imagino ya debieron realizarla (¡No hagan trampa y sigan los pasos!).


Surgieron dudas pues como ustedes habrán comprobado ellos no pudieron percibir los mensajes subliminales de las canciones, cuando les pedimos que simplemente escucharan la música, eso nos llevo a cuestionar si éramos influenciados con las letras que transcribían como la interpretación de esas canciones, la respuesta: Sí. Y para hacerlo más más tétrico les pedimos que cerraran los ojos. En un principio, nosotros que estábamos desde lo lejos observando todo, llegamos a pensar que esas risitas escondidas eran porque realmente escucharon un mensaje. Nos sentimos mal (#weweresosad). Al preguntarles con toda emoción nos dijeron: ni burger que escuchamos algún mensaje. Aunque Guido dijo: El de ColaCao fue el único que se entiende claro "mátalo". ¡Jesucristo! ese mismo día llegué a botar todos los frascos de ColaCao que había en mi casa.


La cosa cambió cuando leyeron lo que se supone dice la canción al revés. Creemos y afirmamos: ¡QUIEN HIZO EL VÍDEO NO TENÍA VIDA AL FREGARNOS LA INFANCIA! Sí, a mí me le fregó de la peor forma porque El auto de papá que cantábamos en el kinder inocentemente y luego me sale diciendo que al revés dice: Para toda la gente gay, saca picha grande. ¿Guat da gel? No, eso no se lo cree ni él mismo.

Es conocido que un factor fundamental es el que ejerce la vista pues éste puede inducir a que escuchemos lo que las letras de las canciones nos indican, incluso si el audio no lo comprueba. Debo hacer una excepción pues en el primer post de Súbele el volumen a la música satánica en el programa de Buenos Muchachos al buscar mensajes subliminales, si lograron hallar uno en la canción de Xuxa.

Ahora ya que saben que esto de escuchar cosas malas en las canciones infantiles es muy retorcido y malvado. Mentira, eso nos da igual. Ok, se supone que esto es un artículo periodístico, pero es muy cierto que los mensajes subliminales se trata de invención humana con el fin de econtrarle el lado demoníaco a todo. Firmemente comprobamos que nuestra mente trabaja peor que manufactura china y tendemos a oír lo que los demás quieren que oigamos. Somos de fácil manipulación.

Por eso…


Entonces ¿cómo lograremos encontrarlos?

La verdad muchos aún lo cuestionamos pero lo primordial es no dejarse guiar por voces externas aunque a estas alturas es difícil no hacerlo. ¿En quién confiamos? ¿En qué confiamos? ¿Qué pasaría si el audio fue alterado por algún programa? ¿Cómo saber qué es cierto o qué no? Usualmente depende de cuán fiable es la fuente a la cual accedas pero relativamente esas dudas siempre surgirán incluso en la cotidianidad, en donde hasta un simple comentario puede manipularse o malinterpretarse, ¿desde cuándo hay que tener cuidado con lo que se dice?

¡Ahora o nunca Estranyos! Compartan sus opiniones acerca de la influencia que surge a través de la información, las interpretaciones, los mensajes subliminales y dígannos ¿alguna vez se imaginaron que los rinocerontes volaran?


Ciao!

Psd. Recuerden ser cuidadosos con los SCARY FACE que aparecen (¡nos invaden!).





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20/11/11

Adiós juglar ronco





Colaboración de Christian Armijo, bloggero invitado.

Para Fernando Artieda

Te nos fuentes en quincena; guayaco sabido;
es que estando recién cobrados, pues
le cobraste a la vida todas las deudas;
todo lo que en alguna forma te fue negado.
La utopía de tu Ecuador para adelante,
El desarme de las guerrillas traidoras
La paz en este desolado planeta,
Todos esos sueños de muchacho pendejo
que jamás se olvidan ni aun en la vejez.

Les pagaste a todos tus deudores
a todos aquellos que fueron ejemplo para ti;
a Ernesto Cardenal, al che Guevara y
a todos los que murieron con la libertad en la boca,
tambien lo hiciste al plantar tu poesía e ideales
en los que hoy te honran y siguen tu senda.

Y te quedo el vuelto para subir al cielo
allá donde J.J. y CARR, tus panas
y con el pueblo al que tanto describiste
al que tanto celebraras en tus poetas:
cuenteros, contrabandistas, estibadores,
peroles putas, mariguaneros; toda esa la gallada
que con buena música y unas bielas
te esperan en ese rincón bohemio.

Tú cuerpo se nos ha ido pero la voz sigue viva
pues tu escritura nos habla la plena,
nos grita !Ahora solo nos queda Barcelona!;
Barcelona y tu literatura popular, inmortal.

¡Gracias miles a Christian!
Christian dirige un blog con noticias culturales y artísticas de nuestro Guayaquil. Visiten Buho Guayako.


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19/11/11

Dos semanas como reportero del Extra por Arturo Cervantes, Bloggero invitado




1Cada que cuento que trabajaré en el Extra, alguien intenta asesinarme. Y por cualquier vía. Ya sea llamándome a mi celular, enviándome un mensaje por Twitter o insultándome cara a cara, como Dios manda. He tomado la polémica decisión de laborar, por dos semanas, en el diario más sanguinario del Ecuador y, la verdad, no sé si podré permanecer de pie frente a un cuerpo mutilado, si tendré el valor para entrevistar a familiares que guardan duelo o si lograré mantener los ojos abiertos por madrugadas enteras, en espera de que ocurra una noticia.

Primer día, 08h30. El sol cae en las cabezas como un piano. Me presento en la sala de redacción del diario en Guayaquil. Realizo un inventario rápido del lugar: 28 computadoras, 3 oficinas, un montón de diarios del día, 2 ceniceros de metal, un dispensador de agua, varios posters con las chicas de los “Lunes Sexy” (sus pezones tapados con estrellitas), dos televisores que siempre sintonizan noticieros.

-Para que nada de lo que vas a ver te afecte, debes entender que este es un negocio. El muerto es tu mercadería. La desgracia de otros es nuestra noticia- me dice, a manera de bienvenida, Bryan Hidalgo, joven reportero del Extra.


En teoría, existen tres horarios de trabajo: de 07h00 a 15h00; de 15h00 a 23h00; y de 23h00 a 07h00. En la práctica, los reporteros tenemos una hora de entrada, pero no de salida. Todo depende de qué tan movido se muestre el día. Le pregunto a Henry Holguín, editor general del diario Extra, por el horario con más acción, el menos flojo, y él fabrica una respuesta tan obvia que me siento pendejo: “Los muertos no tienen hora. Se mueren cuando les da la gana”.


Está decido: durante mi no tan breve estadía por este medio impreso tan señalado, tan acusado, pero, aún así, tan vendido, me pasearé por todos los horarios. Inclusive por aquellas horas que la mayoría destina para descansar y otros, algunos bastardos quita-vidas, nuestros “socios”, para bañar de sangre la ciudad. ¿Alguien dijo miedo?


El resto del día permanezco en el diario. No salgo a las calles guayacas, donde las papas siempre queman. Converso con Holguín, colombiano radicado desde hace 48 años en el país y la cabeza principal de este rotativo que salió a la luz en 1974. Aquí todos lo llamamos “Jefe”. Él, en cambio, y en un intento de disimular lo difícil que le resulta memorizar mi nombre, me llamará “SoHo” de aquí en adelante.


De repente ingresa, a la oficina de Holguín (que tiene colgada en su puerta un letrero amenazante que reza: “NO USAR LA COMPUTADORA DEL EDITOR SIN PREVIA AUTORIZACIÓN”) Wilfrido, el diagramador del Extra, un tipo que siempre recibe golpes cariñosos para que acelere su trabajo y no se distraiga en Facebook.


-¿Le tapo las chichis a la man de la portada?- le pregunta Wilfrido a Holguín. Se refiere a una esmeraldeña que aparece con una camiseta mojada (por debajo: sus pezones visiblemente descubiertos) en un frenético carnaval en Quinindé, Esmeraldas.


-No le tape nada. No sea curuchupa- le replica Holguín.


Holguín es, por mucho, el tipo que más sabe de crónica roja en el Ecuador. En Colombia dirigió dos diarios sensacionalistas y está a cargo del Extra desde 1988. El mismo día que asumió el cargo de editor general del diario, el Extra dio un giro de 180 grados. Con él, los muertos saltaron a la primera página; con él, los cuerpos femeninos se destaparon y con él, también, las ventas subieron en un 600%: en sólo dos años, el Extra pasó de vender 17 300 ejemplares diarios a 112 602. Este era un negocio rentable, estaba confirmado.



Por estas fechas, en las que juego a ser cronista rojo, el diario imprime 350 mil periódicos todos los días. Y, lo más importante, los vende como si se tratasen de panes recién salidos del horno. Eso a pesar de que, en los últimos cuatro años, se ha introducido una política editorial más cautelosa, que ya no exhibe cadáveres en un estado muy crudo. El Extra se ha convertido, para la clase baja y media ecuatoriana, en una suerte de desayuno indispensable. “Puede faltar la librita de arroz, pero el Extra nunca”, me comentó el taxista de venida.

2Decir que el Extra es un gran negocio puede ser tan obvio como asegurar que después del día viene la noche. El asunto va mucho más allá: se trata del único diario ecuatoriano que, en plena crisis del papel, no ha disminuido sus ventas. Algunos diarios “serios” del país se han visto obligados a sacar una línea adicional sensacionalista. Actualmente, todos los canales de TV publican noticias de crónica roja y han decidido darle micrófono al pueblo, en los tan señalados noticieros comunitarios. Este es un fenómeno tan masivo como menospreciado.

Todos los medios han adoptado una fórmula segura, en cuanto a resultados económicos: colocar en pantalla a individuos a los que, en vida, nunca se les prestó importancia. Se ha conformado, además, una suerte de tribuna de lamentos en la que los televidentes y lectores ecuatorianos pueden quejarse tanto por la basura que se acumula en su barrio como por el no-pago de pensión del marido irresponsable. Los medios como intermediarios entre el pueblo, los municipios y el Estado.


Llevo cinco días aquí y no he visto ningún muerto. Eso es grave, créanme. Y no solo eso, también es extraño. Sobretodo en Guayaquil, una ciudad que registra un promedio de casi 2 muertes violentas por día.


-Así pasa a veces. Hay temporadas de sequía, brother -me dice un colega rojo-. La cosa, aquí, es por temporadas. Hay temporadas de violaciones, de robos masivos, de crímenes pasionales...
Hasta ahora, me he turnado en el horario de la mañana y en el de la tarde-noche. El recorrido, a bordo de una Toyota Land Cruiser vieja, del 83, con chofer y camarógrafo incluidos, siempre es el mismo: primero nos detenemos en la morgue del norte de Guayaquil y, luego, en la instalaciones de la Policía Judicial (PJ). Ese, cuando no pasa nada interesante en las calles, es una especie de tour-diario-preestablecido-invariable.



En la morgue y en la PJ, la misma pregunta de todos los días a los oficiales que vigilan la entrada: ¿Qué hay de nuevo? Y nunca hay nada de nuevo. O casi nada. Sólo pequeños robos, peleas intrafamiliares, secuestros express, estafas menores. Ningún hecho grave que merezca estar en la portada del diario. Ningún suceso digno de asignarle algo más que un pequeño recuadro en el interior del periódico. Ningún muerto: la materia prima más importante de esta industria sensacionalista.

3Al séptimo día, decido probar suerte en el horario de la madrugada. El más peligroso, de paso. El de mayor adrenalina, por lo tanto. Cronista rojo que se respete, ha pasado noches en vela, pegado a una radio maltrecha que detecta frecuencias de la Policía Nacional, esperando escuchar alguno de los códigos que estos periodistas ya han memorizado, como si se fuesen líneas del Padre Nuestro. Si uno escucha un 512, por ejemplo, eso significa que hay un incendio. Un i69, ocurrió un accidente de tránsito. Un 1245, asalto o robo. Y un 804... la gloria, el cielo, el número capaz de salvar la noche e, inclusive, de resguardar el puesto de trabajo. Cuando uno escucha ese código, significa que alguien acaba de morir.

Son las 02h37. Me acompaña José Morales, el único reportero que labora en este horario en el que uno puede ser testigo del amanecer. Carga unos lentes de miope y un peinado inamovible, a prueba de lluvia. Con su voz de locutor deportivo, le pide al chofer que nos lleve a la PJ. Y esperamos. Eso es lo que uno hace cuando no sucede nada: esperar.

Y encontrarnos con más reporteros de crónica roja de otros medios. Al llegar a la PJ, observo seis camionetas de diferentes canales y periódicos estacionadas. Todos los reporteros y choferes están reunidos en el balde de una Chevrolet Corsa plateada. Se respira un ambiente de camaradería. José me presenta al grupo. Les explica en qué consiste mi fugaz pasantía. Siempre andan juntos y han formado una suerte de escudo: se protegen de cualquier peligro, se apoyan brindándose información. Nadie busca la exclusiva. El que intenta conseguirla, es llamado “Come-solito” y marginado para siempre del grupo.

El resto de horas ociosas estos reporteros colorados las matan contándome historias de muertos: que sí, que recién vieron un cadáver que tenía los ojos abiertos y los brazos estirados, apuntando al cielo; que sí, que los ahogados apestan como ningún otro y que, cuando se descomponen, flotan; que sí, que una vez vieron a un vagabundo que lo decapitaron y luego lo echaron en la Perimetral.


-¿Aún les afecta cuando les toca ver un muerto?- les pregunto a todos, en manada.


-Para mí ver un muerto es como ir a una fiesta y encontrarse con caras conocidas. Un muerto más, un muerto menos- me responde un camarógrafo de RTS de barriga abultada. Luego le da un primer mordisco a la hamburguesa bañada en colesterol que acaba de comprar en una carretilla cercana.


-Ya uno se acostumbra. Incluso acostumbra su nariz al olor a muerto. ¿Has olfateado alguna vez el tufo que expiran los muertos? Es fuerte. Es capaz de impregnarse en tu ropa todo el día- me cuenta un reportero de tez canela de El Universo.


No, aún no he visto muertos. Un suceso extraño y hasta histórico, tomando en cuenta que ya llevo siete días en un diario que vive de ellos. Justo cuando estoy a punto de perder las esperanzas de ver uno siquiera, un reportero recibe una llamada. Dos vehículos chocaron en el Km 19 de la Vía a Daule. ¿Hay muertos?, pregunto desesperado. Eso todavía no se sabe. Hay que ir, volar, al lugar de los hechos, para averiguarlo.

En el camino, no sé por qué, recuerdo una de las tantas frases de Holguín, esa de que un buen reportero debe estar preparado hasta para cubrir el funeral de su madre.

Son las 03h46. Al llegar, examino, rápidamente, la gravedad del accidente: un Hyundai Terracan a un costado de la vía, sin parabrisas, sin pasajeros. Huyeron. Un poco más allá, una Luv D-max que seguramente era nueva, pero que ahora luce como un acordeón. En su interior, un anciano apachurrado por los fierros, aún vivo.

La gente está amontonada, presenciando el drama. Media hora más tarde, después de la prensa, llegan los bomberos. El maratónico rescate del señor regado en sangre demora treinta minutos más, con gritos y aplausos incluidos. Todos los moradores del sector se desesperan por salir en las cámaras, por colocar su voz en mi grabadora. Todos quieren hablar, incluso aquellos que llegaron tarde y no vieron el choque. Todos desesperan por su minuto de fama. Un señor alto y con una cicatriz en su rostro saprovecha la oportunidad para quejarse de que en su barrio no hay una carpa policial. ¿Todo lo que dije sale mañana en el Extra?, me pregunta una señora de cabello maltrecho y en pijama. Viendo el interés popular, uno entiende por qué este diario es tan requerido.




Regreso a la redacción. Escribo la noticia que nunca sale publicada. No hubo ningún muerto, y eso ya es mucho. El criterio editorial muchas veces lo exige. Es como si a un pesquero subcontratado se le asigna la misión de pescar en una lancha y, luego de varias horas fracasadas, regresa donde su jefe con la red vacía, sin pescados. Así mismo, uno no puede acercarse donde el editor y decirle: “Sabe qué, no encontré nada. Resulta que hoy nadie murió”. La mañana inmediata, que yo destino para dormir, me invade un pensamiento vampírico: quiero sangre. Quiero ver un muerto.

4Al treceavo día, en el interior del diario, ya es oficial: debo ser uno de los reporteros del Extra con más larga racha sin ver un muerto. Un Record Guinness me quedaría corto. Un cronista rojo que no ve sangre se siente tan ridículo como un gorila rasurado. Y experimenta, también, la misma frustración de un bateador que no ha conectado ni un solo tiro.

En tan sólo dos días mi pasantía expirará. Si no fuese porque el periódico cuenta con 30 corresponsales repartidos en todo el Ecuador y en algunas ciudades de España, EEUU e Italia, y porque otros colegas, aquí en Guayaquil, en otros horarios, sí han cubierto asesinatos y homicidios en estos últimos 13 días, el Extra hace rato ya hubiese quebrado. Si dependiese de mi “buen” ojo para ver cadáveres, hubiese llevado al diario a la banca rota.

Me percato que el día de hoy, todos en redacción fueron inyectados con una pequeña dosis de euforia: ya tienen lista la portada de la edición que circulará en pocas horas, a las 7 pm. Se trata de una foto extraída del Facebook de quien, en vida, fue una diseñadora gráfica. Por segundo día consecutivo, esta noticia ocupará primera plana. Fue degollada, junto con su hija de seis años, por su esposo esquizofrénico. El asesino de manos frías utilizó un alambre y un cuchillo. “¡PARECÍAN UNA FAMILIA FELIZ!”: así decide titular Holguín esta nota periodística, en la primera página. Y, para acompañar el título, dos fotos extraídas de la red social: la pareja con su hija disfrutando de un paseo en un buque; a un lado, la misma familia cenando tranquilamente en un restaurant. “Dame un Facebook y te armaré un periódico”, grita emocionado Juan Manuel Yépez, coordinador general del Extra. Todos lo escuchamos.

Esa no es la única artimaña que utiliza el diario para cumplir, fielmente, con el slogan que satura algunas radios, vallas de camiones repartidores y canales de TV. Ese que asegura que el “Extra: Informa primero y mejor” y que “El Extra es el Extra”. En ocasiones, los periodistas le piden a la señora que saca copias, frente a la morgue que, cada que un familiar de una víctima se acerque para realizar una reproducción de la cédula de un fallecido, reserve un duplicado para un periodista del diario. A veces, hasta toca llorar frente a una persona que acaba de perder su hijo. Darle el pésame, consolarlo y, luego, poco a poco, lograr que dé declaraciones. Que hable. A veces, se acosa a los policías y jueces, con decenas de cámaras y grabadoras, para que digan algo. Todo vale. Sobretodo si se quiere permanecer en la cima como el periódico más vendido del país. Se puede recurrir a cualquier sapiencia criolla, aquella que no enseñan las escuelas de periodismo. Esas que, cuando piensan en el Extra, piensan en la peor de las malas palabras.


Yo, por mi parte, recibo la noticia más esperada de mi fugaz carrera sanguinaria: una pareja fue encontrada muerta en un departamento en el centro de la ciudad. Me toca cubrir la noticia. El mensaje del suceso me llega a la hora del almuerzo.


-Estos muertos no respetan ni la comida de uno- se queja, de manera burlesca, un fotógrafo de nariz chata. Enseguida nos montamos en la camioneta que, por contener el logo rojo de la empresa, todos regresan a ver en las calles como si se tratase de un demonio con llantas. Con recelo, con miedo.

5Estamos en camino. Karina Medina, la reportera de la tarde que me acompaña, pellizca mi brazo izquierdo cada que observa un auto escarabajo. Se trata de un clásico-juego-infantil que, dada la circunstancia, no logro entender con qué ánimo alguien podría recurrir a él. Karina luce despreocupada mientras escucha “Just the way you are” en su BlackBerry. Es una niña de 22 años que se convierte en adulta cada que le toca ver cadáveres: frente a un cuerpo demacrado, actúa con soltura y muestra nervios de acero. Pero, por ahora, juega. Me acaba de quitar mi libreta que registra toda esta historia y amenaza con leerla. Luego de unos cuantos forcejeos, me la devuelve. Mi brazo luce morado. Llegamos.

Toda la prensa está agolpada en las afueras del edificio en el que ocurrió el crimen. Decenas de curiosos hacen lo mismo. Sólo viendo a toda esta gente amontonada uno comprende por qué el Extra vende tanto. No importa cuánto querían a las víctimas o cuánto las odiaban o si no las conocían. La muerte es un espectáculo. Y un negocio. La puerta de ingreso a la recepción está cerrada. Los agentes de Criminalística dieron la orden de cerrarla. Nadie puede ingresar al piso 12, en el que se halla la pareja asesinada (él, de 54 años; ella, de 58).

Unos dicen que fue un “lío de faldas”. Otros, que se trató de un “ajuste de cuentas”, por deudas no canceladas a unos chulqueros colombianos. Los familiares se niegan a hablar y, misteriosamente, ninguno de ellos ha derramado una sola lágrima siquiera. Misteriosamente, ningún policía, ningún fiscal, acepta dar declaraciones. Misteriosamente, el levantamiento de los cuerpos ha demorado alrededor de 4 horas. Demasiado. Misteriosamente, una de las víctimas, dicen, pasó de la noche a la mañana de ser un comerciante de calzoncillos y medias en la Bahía a ser un empresario con un capital majestuoso. Finalmente, los cadáveres son trasladados a la morgue, donde pasarán la noche. Mañana se les realizará la autopsia de rigor.

Regresamos a la sala de redacción y escribo, junto con Karina, la notica con todas las versiones obtenidas: la manera más inteligente de no meter en problemas al diario cuando se presentan crímenes como estos, oscuros. Uno escribe y, la verdad, no es tan consciente de que el día de mañana lo leerá un número equivalente a la cifra que registra el Monumental de Barcelona cuando se llena. Multiplicado por cinco. Uno escribe, y lo hace siguiendo las instrucciones de estilo dadas por los editores: utilizar un lenguaje coloquial, intercalar declaraciones hechas por terceros con la narración, en sí, del periodista, comprobar diez mil veces si la información que se maneja es verídica, colocar un título, un subtítulo y hasta un antetítulo, darle importancia a lo que haya dicho el “pueblo”.

La noticia sale publicada, en portada, bajo el festivo titular: “¡MUERE OTRA PAREJA DE ESPOSOS!”, en letras prodigiosamente grandes y amarillas, como para que resalten con el fondo azul. El Extra, en su página de portada, es una suerte de libro de kínder: muchos colores, muchas imágenes, poco texto, titulares inmensos e ingeniosos rodeados de signos de admiración.


-Cuando saco los signos de admiración, las ventas bajan. La gente se ha acostumbrado a que le grite- me confesó Holguín, el encargado de provocar llantos, sudores y hasta carcajadas a través de sus titulares.


El “¡EN EXCLUSIVA!”, “¡INSÓLITO!”, “¡DE ÚLTIMA HORA!”, también son otros recursos empleados.

Esa noche, duermo más tranquilo. Oficialmente, aún no he visto ni un muerto, pero estoy cerca. Muy cerca. Ya tengo una noticia sangrienta. Y, mañana, tendré que darle seguimiento. En la morgue.

6Día catorce, el último. Son las 07h05 y me encuentro en las afueras de la morgue. Me acompaña Germania Salazar, reportera bautizada por todo el gremio rojo como “La Loca”. ¿Por qué? Por sobra de méritos, me chismosearon. Por gritar en plena sala de redacción, cada que se estresa; por sentir un cariño especial por los casos paranormales y por las cárceles; por ser muy atrevida a la hora de entrevistar a familiares de víctimas y, luego, escribir con la nerviosa felicidad de quien sobrevive de milagro. Más de un insulto y golpe se ha ganado.

-Es una loca pero es mi loca- suele decir Holguín de su periodista mimada. Ese oficio es peligroso. Por eso, él siempre carga una Calibre 38 (“La única mujer que no miente ni engaña). Continuamente, desconocidos lo llaman a amenazarlo de muerte. Algunas veces han probado suerte.

Germania me incentiva a tomar una decisión arriesgada que, a la larga, hará más dramática esta historia. Me invita a disfrazarme de estudiante de Medina. ¿La meta? Presenciar la autopsia de la pareja asesinada la tarde de ayer. Todo vale.

Me presenta con el director de Medicina Legal bajo la etiqueta de universitario. Él acepta. Me permite observar la autopsia. Y ahí estoy yo, cubierto con una bata blanca y una mascarilla, disfrazado de aquello que no soy, a punto de presenciar lo que le fue negado a toda la prensa esta mañana. Seré el único periodista que podrá ver a la pareja amortajada, pienso. Un golpe periodístico, una exclusiva, dirían algunos.

Nauseas. Serias ganas de vomitar. El cráneo del señor de palidez fantasmal ha sido abierto, frente a mis narices. Despojan su cabellera como si se tratase de una peluca. Luego trazan, con la ayuda de un cuchillo, una línea larga que abre su cuerpo. Y extraen sus riñones, su hígado, sus pulmones, su corazón. Todo. Lo mismo hacen con su esposa cuatro años mayor que él.

En ese preciso instante abominable, recuerdo lo que me dijo uno de los editores del Extra. Eso de que el periodista que trabaja en crónica roja ya se ha graduado, que ha llegado a la cumbre. Que después de ver un cuerpo desparramado, todo, absolutamente todo, es tolerable. Que aquí se ve si uno es periodista de verdad. Pienso en todo eso y, en realidad, no sé si lo pienso o ya desmayé. El formol (sustancia que le echan a los cuerpos para que no se descompongan tan pronto) es tan fuerte que me hace lagrimear. Cada tanto, abandono el lugar para tomar aire puro. El olor, por ratos, se vuelve intolerable.

Una vez superado el impacto inicial, recuerdo a lo que vine. Con el pasar de los días, uno hasta comprende por qué se les da un trato preferencial, tanta importancia a los fallecidos. Uno entiende la importancia de tomar riesgos como estos. Son ellos los que nos alimentan. Soy parte de un diario que, paradójicamente, vive de los muertos.
Decido apuntar con la cámara de mi celular. Un buen retoque en Photoshop y esta será la portada de mañana. Las fotos están prohibidas en el interior de la morgue, así que procuro esquivar toda mirada. Mi mano temblorosa provoca que la imagen salga movida. Vuelvo a intentar. Lo mismo. Un tercer intento. Bingo. Lo logré. Eso fue todo. Mi ambición desenfrenada me lleva a tomar más fotos. Me descubren. Uno de los doctores toma mi celular y borra todas las fotos. Luego me lo devuelve, pero con la memoria vacía, como si nada hubiese pasado. Mierda.
Al final, soy objeto de un sinnúmero de interrogatorios: ¿Por qué tomó esas fotos? ¿Quién es usted? ¿Cómo ingresó? Déjeme ver su carnet de estudiante de Medicina. Abandono el lugar, casi obligado. En los exteriores de la morgue, los familiares de la mujer que acabo de ver, lloran. Ayer no lo hacían. Hoy amanecieron con lágrimas en los ojos.

Entonces vienen las preguntas. La piedad no puede ser virtud de un cronista rojo. Uno congela sus sentimientos y lanza lo mejor de su artillería. Y ahí estoy yo, como periodista, cumpliendo los objetivos empresariales del diario. Y ahí están ellos, como víctimas, aprovechando su drama para ser escuchados, quizás por única vez en sus vidas, públicamente. ¿Los fallecidos tenían problemas familiares? ¿Deudas? ¿Amenazas de muerte? Y, luego, una que otra consulta estúpida, sin sentido: ¿Cómo se siente?

El fotógrafo del Extra, de bigote abultado, sentado en un rincón solitario, como si no hiciese nada, logra capturar con su Canon 7D los rostros lagrimosos de todas esas personas. Y lo hace a muchos metros de distancia. Las fotos, que serán parte del titular de mañana, salen nítidas. Los familiares, ignoran que acaban de ser eternizados en el diario que todo lo eterniza.
Llego a la redacción. El cierre de edición se acerca. Los teclados suenan con más fuerza. El diario se convierte en un griterío propio de una plaza. El ilustrador del diario, amante del death y black metal y ex miembro de un grupo de música con tintes satánicos, le da los últimos retoques a una ilustración que recrea un crimen pasional. Es un hecho industrial: el diario tiene que cerrar y cierra con lo que tiene.

-¡Cerrando, cerrando, cerrando, cerrando!- grita Holguín-. ¿Quién tiene la 5? ¡Falta la página 5!
La noticia que me compete sale publicada, con los resultados oficiales de la autopsia
Esa noche, no logro dormir. Mi cerebro no puede olvidar el cuadro que parece extraído de una película de Takashi Mike: el hombre, completamente desnudo, con un cuchillo incrustado en su corazón; su mujer, con un sinnúmero de morados en todo su cuerpo, con el rostro terroríficamente inflado, como si recién le hubiesen extraído las muelas del juicio, también acuchillada. Estaba confirmado: el marido, agitado por ese instinto de perversidad que hace que los asesinos acribillen a sus víctimas a puñaladas, golpeó desmesuradamente a su esposa hasta matarla. Luego se clavó el cuchillo en el pecho y chao, eso fue todo, señores y señoras. Se acabó. Adiós mundo cruel.

Al día siguiente, ya fuera del diario, me obsesiona la idea de observar los diferentes usos que se le da al periódico en el que trabajé. Un taxista coloca un viejo ejemplar del Extra en su ventana, para cubrirse del sol. Un mecánico colecciona las portadas de las chicas del Lunes Sexy y las cuelga en su negocio. Un albañil llena el crucigrama de la página 26. Un carnicero envuelve carne roja con el diario. Un canillita coloca varios ejemplares del día en un porta-periódicos. Y los vende. Y grita: “Extra, Extra, ¡fue un crimen pasional!”. Es mi noticia. Me acerco. Le digo que soy periodista. Que yo escribí esa noticia. Que me dé un ejemplar. Saco los mismos 0.40 centavos de toda la vida y él me corrige. Me dice que ahora cuesta 0.50. Se los doy. Y, en ese preciso instante, me regala una sonrisa cómplice, como de quien se aproxima a recordar un hecho que lo hace sentir orgulloso o a revelar el mayor logro de su vida:

-Yo una vez salí en el Extra. Aún guardo ese ejemplar.

*Crónica publicada en la revista SoHo, edición #101, julio/ 2011

*Fotos: Cortesía diario Extra y José Andrés Santos




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¡Ponte Pilas Gye! VideoBlog invitado

¡Estranyos!

¿Qué onda? Bueno, esta vez estamos ofreciéndoles un nuevo tema, bueno no es tan nuevo porque el ejercicio de la delicuencia es tan viejo como la prostitución. Pero, ¿conocemos otras personas con experiencias terribles en el campo de la delincuencia? Obvio no, a veces solo nos ponemos a pensar: con tal de que no pase a mí... todos felices.¡Ponte Pilas Gye! es un videoblog en donde vas a encontrar testimonios de chicos como uds y como yo que han pasado por la amarga experiencia de ser asaltados.

A continuación les colgaremos unos videíllos que las chicas nos proporcionaron. Aunque... ¡Pónganse pilas Estranyos y visiten la página, está muy buena!

CASO 1


CASO 2













¡Sigan a Ponte Pilas Gye!

Facebook: http://www.facebook.com/pages/Esto-es-inolvidable-PONTE-PILAS/240288792693736











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17/11/11

Súbele el volumen a la música satánica II

Hasta Abajo-Don Omar

Ni una sola palabra-Paulina Rubio

Paparazzi-Lady Gaga

Alejandro-Lady Gaga

Canciones infantiles variadas

¡QUERIDOS ESTRANYOS!

En lo personal, Pakita Martínez aka Su Servilleta, le tiene pánico a esto, sin embargo les quiero compartir ya que Gisella se ha dedicado a buscar durante toda la mañana en Youtube algunos videillos.

Casi me da un infarto al escuchar Hasta abajo de Don Omar, en su versión original sólo nos diría algo como: hazme el dipity, porque el wipity con el michiqui y la mimiti o algo así, pero en la satánica dirty naughty version nos diría algo como: hasta en la pista bailamos con el diablo.

Las malas lenguas y sobre todo Chuck Norris nos dirían que si cerramos los ojos el mensaje subliminal nunca estuvo. Lamentablemente, no sabemos si es cierto o no... el punto es que los invitamos a escuchar el remix de las canciones infantiles en donde La abeja maya nos adoctrina sobre el sexo duro y otras cosillas más.

Esperamos que no puedan dormir.



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Súbele el volumen a la música satánica

¡Queridos Estranyos!

Cuántas veces no nos han dicho: ¡El Aserejé de las hermanas Tomate es satánico! Ok, sí, yo creo que hay personas que tienen problemas porque eso de andar escuchando "llévame contigo", "mi demonio" o "descuartiza a tu peluche de Pikachú y dáselo de comer a tu perro" y tantas cosas más son típicas de un esquizofrénico. Su Bodega, La Bodega, nuestra Bodega planifica este fin de semana ponerse los audífonos, editar y rebobinar las canciones con mensajes satánicos ocultos para desmitificar o decir: ¡Vaya! ¡Son genios los que descubrieron esto! Obviamente, lo haremos al #CaseroMode: On: no somos expertos, no disponemos del equipo (somos pobres) y estará hecho lo mejor posible (carita con sonrisita a diente pelado).

Gisella (ella tiene muchos cojones, yo no) ha estado buscando en nuestro mejor amigo Youtube estos vídeos virales de canciones con mensajes subliminales ocultos. El punto es que esta investigación para comprobar la real existencia de satanismo tapiñado ya se ha dado antes; uno de los programas que lo hizo en vivo fue Buenos Muchachos. Claro, ellos tenían plata y llevaron un experto (buuu), nosotros somos tan valientes #challengeaccepted que trataremos en lo posible encontrar y sino les diremos: ¡JÁ, nunca hubo algo subliminal! o ¡Puedes escuchar Topo Gigio en paz hasta el final de tus días!

La lista es amplia y varía, la encabeza el Aserejé de las Ketchup; luego Hotel California (nos jodieron el clásico) de The Eagles, Billie Jean de Michael Jackson; Sálvame de RBD, a la mismísima Reina de los bajitos, Xuxa; Locomía de Locomía, Inevitable de Shakira, entre otras.

¿Fakes o realidad? Escúchenlas.

Pd: El alma de Gisella me vino a visitar #paro. Tiene un #BraveHeart y sigue escuchando estas canciones al revés y... para despedirme...


MWAHAHAHAHAHA.

Les regalo unos links para que lean más información sobre el tema:

http://www.taringa.net/posts/noticias/2341920/Canciones-satanicas_-al-diablo-con-la-musica.html





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13/11/11

Fan según Wikipedia es…




Les confieso que a mis 21 años de edad jamás había conocido a alguien con tantas convicciones. No lo digo porque sea mi amiga sino que antes de conocerla personalmente, después de 2 años de chatear, ya disfrutaba de sus locuras “por amor”. Enseñándoles un poquito de mí: soy fan de Juanes desde los 12 años y aún no puedo olvidar el momento en que por primera vez una canción me había arrancado un par de lágrimas. Obviamente desde los 10 venía siendo fan de las ya famosas boy/girlbands, y sonará exagerado pero desde que comencé a escuchar a Juanes sentí un poco de madurez musical. Cuatro años después y desesperada por encontrar a alguien con bastantes afinidades, me tropecé con una página de un club de Juanes y encontré el correo de la persona que ha decidido compartir su experiencia de fan con nosotros. Ahora sí, cuatro años después de eso seguimos vivas las dos para contar que nos ha tocado por alcanzar nuestros sueños y pues es más que obvio seguimos siendo demasiado buenas amigas (es más, migraremos juntas).


¿Qué es ser fan? (realmente)
Sonará un poco romántico idealizador al estilo Petrarca pero YO, Katherine Martínez Alarcón aka Pakita, considera que ser fan es admirar a algún otro (ya sea cantante, pintor, escritor, fotógrafo, etc.) que tiene las agallas para interpretar lo que a veces por prudencia o impotencia nos callamos, su pasado/presente/futuro y obviamente su ser, su humanidad.

Me cabrea mucho cuando dicen: ¡Ay! ¿Eres fan de tal? ¡YA ME IMAGINO TU CUARTO LLENO DE POSTERS, A TI FUGÁNDOTE DEL COLEGIO CON EL UNIFORME PARA GRITAR FUERA DEL HOTEL! ¡QUÉ HORRIBLE! A ver ¿acaso no les han dicho que los estereotipos son malos, malos y nos corrompen? Pues, créanme que desde mis 16 años que llevo oficialmente metida en esto jamás me fugué del colegio y los posters no los cuelgo porque la cinta los daña. Pero es cierto, jamás en mi vida he puesto un poster en mi cuarto ni mucho menos he hecho una estatua de vegetales como lo haría Helga Pataki.




Los fans no somos gente desequilibrada o potenciales asesinos en serie, como Chapman, los de mi raza somos personas comprometidas con analizar y conectarse con el artista. Esto de ser fan es tan épico como la travesía del Cid Campeador.

Anita tiene 23 años y desde que la conozco hace unos 4 años sé que adora y ama a Juanes (como yo) y a David Bustamante. En un pequeño repaso, el primer día que chateamos me contó tanto su experiencia en “Juanatismo” y con David. Si ustedes hubieran leído lo epopeyicas que han sido sus travesías, se reirían pero yo me lo tomé tan en serio porque el último peldaño que se pisa a lo largo de tu vida de fan es eso… materializar con un fuerte abrazo, un regalo y un gracias por cambiarme con tu música.

Sonará tan feeling y hasta bastante ingenuo pero así como leemos poesía y le adjudicamos una voz, también es muy real que la música tiene su voz lírica en pie y materializada: el cantante, Anita lo dice claramente:

Creo fielmente que todos nacemos con un hueco que solo la música puede llenar; las canciones actúan como bisagras que unen y dan sentido a mi vida. Estoy hecha de letras y melodías baladas y poesía. Como psicóloga sé que nos formamos desde un abismo del no saber, buscando en su profundidad un lenguaje y es en la música donde renuncio a ser yo para ser un “nosotros” con el artista. Con Sebastián Yepes aprendí que la música ablanda, fortalece, inspira, da luz y recarga energías, separa de la realidad para entrar en un mundo que solo “nosotros” comprendemos.






El modus operandi
Ser fan implica más que un afiche y discos firmados, es entender el negocio de la música, unir sequitos, dedicarse, defender, encontrar medios, buscar contactos, hacer amistades, vivir en una habitación hipotecada o alquilada, viajar, ser implacable, generar ideas, sueños, buscar apoyo, improvisar, capacitarse y capacitar en las últimas noticias, foros, Facebook, Twitter, Google news, Youtube, ser inamovible, consistente buscando como recompensa que el artista cumpla sus sueños y tú los tuyos. No todos pueden hacerlo.





¿Ven? Uno sueña y lo ve casi imposible de alcanzar. Recuerdo con la boca llena de risas que hace tres años Fonseca anunció por el chismoso Twitter que vendría de concierto. Lo admito, soy fan y mucho más que Anita; obviamente me moría por verlo hasta que nuestra amiga juanatica del Perú, Nathalie, me dijo: acosen a Fonseca por Twitter. Al principio se me hizo feo pero conseguí que mi dúo dinámico, Anita, me ayudara. No dormimos por 1 semana porque Fonseca había prometido un concurso por la misma vía, creo que si el pobre hombre no nos mandó una orden de restricción es porque es demasiado angelical y buena onda. Anita ganó las entradas y su servilleta se quedó sin nada. Pero, mi único consuelo sería verlo así sean 3 minutos antes de irse al concierto. ¡Zas! Que anuncia que le dieron dos entradas a los ganadores y Anita por ser la primera nos fuimos a Golden Box y obvio que lo vi.

Y es que no sólo se trata de fotos que se quedan en un portarretrato, discos firmados y el beso que con agua y jabón se te quita. No, en realidad es una cuestión semántica: esos tres minutos con el artista se vuelven rápidos pero es el instante mismo en donde compruebas que no solo es la melodía sino también el ser como tal. En el caso de Juanes, cuando lo vimos, sentimos que todo él es un mar de letras… una cosmogonía sinfónica. Aunque Anita se pone seria al hablar de esto yo sé que todavía no lo supera. Esto si es una verdadera aventura:

La más descabellada fue hospedarme en una habitación de hotel de mi ciudad sólo porque Juanes estaba hospedado también. Descabellada no solo por la factura, ni por ser mi ciudad sino porque no existían garantías y nos movió la locura en su estado más puro. También descabellada porque no me arrepiento y lo volvería a hacer si pudiera aunque sinceramente las tarjetas de crédito se aprovechan de la locura que genera el artista en ocasiones de un modo muy cruel haciéndonos pensar que era posible sin tener el dinero necesario.
¿Y qué me dicen del preámbulo? El momento anterior a ver a quien tanto adoras:

Creo que los nervios de conocer a un artista que admiro nacen del hecho de que en algún momento me apoye en sus canciones, las acogí, recibí, escapé y aprendí con ellas. Transito en ese mundo que me hizo conocer y opto por hablar con el corazón ya que la razón no funciona. Aquello ya es algo innato en mí y me aferro a ello como cada recuerdo que albergo en mi corazón; Momentos que parecen una alucinación, ilusión óptica o un espejismo; No tengo analogías que verdaderamente describan el momento en que descubrí que el artista no es un ser lejano sino un ser humano con una habilidad anecdótica impresionante como Juanes, un soñador dispuesto a cambiar al mundo a su ritmo de modo apacible y pacifico aún en arenas movedizas. No, Juanes no está al lado de un ángel que toca el arpa, es un soñador y logro identificarme con eso.




¿Agujetas de color rosa? ¡NO!
Pues si ustedes asumen que esto de ser fan es más fácil que coser en punto cruz, se equivocan. Ser fan es una profesión de riesgo porque en el camino los obstáculos con los que se encuentran son mucho más altos que los tubos que Mario Bros salta (sí, también más peligrosos que las plantitas carnívoras y Bowser). Sería bastante trillado decir ser fan es sinónimo de perseverancia, más que eso; ser fan es cuestión de madera como diría Jorge Villamizar.
Largas filas, fans frenéticas (aparte de nosotras), rejas, policías con toletes, cuerpos de seguridad inviolables, son uno de los cuantos impedimentos que nos hacen la vida de cuadritos. Sin embargo, el amor mezclado con un poco de telequinesis los mueve y ablandan.

Creo que a lo peor que una fan se puede enfrentar es a la condición climática, no se rían así es. Nos quita la energía el sol; la lluvia y el frío nos pone muy mal. Eso les digo porque cuando fuimos a ver a Juanes durante el concierto de Live Ecuador no habíamos comido, ni tomado agua pero estuvimos como un roble hasta las 3:30 am que se acabó el concierto. Anita ha vivido esto dos veces, la primera con el señor en cuestión y la segunda con los Backstreet Boys que vinieron a principios de este año:


Lo peor que me he enfrentado por seguir mi sueño ha sido realizar la fila para ingresar al concierto de los Backstreet Boys fueron ocho horas en posición firme, sobreviviendo con una cajita feliz. Soportar jalones, golpes, moretones, empujones, agarrarse de una baranda metálica como deporte extremo y como si mi vida dependiera de ello, gritar, saltar y cruzar el Sahara para conseguir un taxi y al siguiente día viajar a las 6:30 de la mañana y retornar a mi ciudad.






Y por quién hemos armado operativo

La lista no es muy larga porque aquí se trata de gustos, coincidencias y obligaciones. Somos un clan conformado por: Andrea, Anita y yo. Yo me colé al último y soy la menor (Andrea es la vieja jajaja). Mi primera vez (biii) en esto del mundo de la persecución fue cuando vino Adal Ramones en el 2007. Yo, inocente y pueril pensé que eso sería más fácil que cocinar un huevo en microondas, pero ¡NOOO! ¡NOOO ES CIERTO! Tenía 17 años ¡Yisuscraist! No sabía qué decir, cómo actuar. Las fans también tenemos un código de comportamiento. Y créanme, con Adal Ramones me costó fingir un ataque de asma y estar fuera del hotel casi 3 horas.

Anita, obviamente, no quería saber nada y Andrea estaba llorando porque ella “sólo quería una foto” y yo como idiota porque lo quería ver, verle su gorra; decirle ¡oh oh oh digo yo! ¡NADIE ME ENTENDÍA! Ok, me puse histérica. Pero después de habernos robado todas las volantes y que mi tía se le lanzara al parabrisas a Adal la misión fue cumplida y llenamos nuestras expectativas.

Otro operativo con éxito fue uno que armamos con Anita (jajaja, te marginamos Andrea) fue conocer a Jorge Villamizar. Perfecto, día miércoles 22 de octubre del 2009, Pakita con ataque de asma y Anita con uno de ansiedad más fuerte que el huracán Katrina. God Bless Alonso, un amigo que trabajaba directamente con la radio que auspiciaba el concierto de Jorge en Guayaquil. Lo llamé y casi que diciéndole que le iba a regalar mi riñón me dijo: pilas, que te llamo si ese man viene a la radio. Creo que más nos demorarnos en insultarnos antes de cerrar el teléfono que me volvió a llamar para decirme: 12h00 pm está aquí. Amigos, eran las 11:30 am. Yo no había tomado mi remedio y Anita no se había bañado (grave problema). Finalmente, arrastré a mi sacrosanta madre a perseguirlo a Villamizar y pasamos la humillación del mundo: era un meet and greet en donde la gente había participado, nosotras llegamos por ser la hija de la prima del nieto (nepotismo vivito). Lo vimos, Anita enmudeció y yo morada (por el asma y la impresión). Anita tiene un recuerdo más onírico de Jorge, yo lo quiero por ser tan querido y filósofo.

Confieso que a Jorge Villamizar le arriendo mi corazón a ratos, él es artesano de su guitarra y esta su articulación. Lo imagino por las calles de Colombia mostrando sus letras tan fáciles de asimilar y de perfecta sincronía con el mundo actual.







¿Somos fans a tiempo completo?

Obvio que con el cuerpo no, pero si suena el teléfono de las PPF (PowerPuff Girls) estaremos juntas luchando. En el ejercicio profesional de la fan te encuentras con gente de tu mismo nivel de convicciones. En mi caso jamás pensé que después del mail suicida que le mandé a Anita seguiríamos siendo amigas y más adelante conocer a Andrea. O miren, gracias a esto la red se amplia, las fronteras se rompen y conozco fans de Juanes de Perú, México, Rumania, Colombia, Venezuela y bueno… somos internacionales.

Vivimos como fans cuando escuchamos una canción y sabemos que nos mueve la fibra, que saltamos si vemos un concierto reprisado o si lloramos porque algo no está bien. Para algunos con sentimientos más rudos dirán que somos niñas inmaduras que no nos conocen ni en casa, pero no es cierto. Somos tan normales como cualquier otra persona pero que simplemente si la llaman para una reunión con el club estaremos sudando la camiseta.

La conexión que se genera entre fan y artista es mejor descrita como un autorretrato hecho de canciones. En algún momento ellos me retrataron y rellenaron los baches con acordes. Creo que a esto se refiere Juanes cuando decía que dar conciertos era como ir a la iglesia; para él sus conciertos son su doctrina y credo; la cohesión de su ser.
No creo ser el estereotipo de fan colegiala, tampoco fan ilustre; más bien me considero fan conspiradora con el objetivo de cristalizar un sueño. La vida es una elección y es así como estos artistas me eligieron y yo elijo seguirlos.




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